La primera vez que escuché el nombre de la capital albanesa creo que fue en boca de mi profesor de sociales, que cuando veía que no éramos capaces de recordarla, nos daba una pista esclarecedora: como yo, pero en femenino. Llego a Tirana 35h después de haber salido de mi ciudad natal. La cancelación del vuelo Madrid-Roma debido a un incendio en Fiumicino, me obliga a cambiar de planes y volar con Turkish vía Estambul. Nunca está de más poderse deleitar con la buena cocina de la compañía turca, una de las mejores en lo que a gastronomía aérea se refiere.
Al salir del aeropuerto, evito los taxis que educadamente invitan a llevarnos hasta la ciudad, situada a 25km de éste. Un poco más adelante se encuentran autobuses que por un par de euros realizan el recorrido. El cambio actual de la moneda local es de 1€=140 Lek. Cabe destacar la estatua de la Madre Teresa a la salida del aeropuerto del mismo nombre. Ya en la capital, la temperatura es muy agradable incluso a estas horas de la mañana. Son las 9:00 de un sábado primaveral y ya se empieza a ver bastante movimiento por las calles y las terrazas de las cafeterías, donde aprovecho para hacer lo propio antes de ir en busca de un alojamiento en donde dormir una siesta matutina. La elegida es la pensión Andrea, en un callejón sin salida muy cerca del centro, desviándose de la calle George W. Bush. Lo que oís, pero ya hablaremos más tarde de este amor de Albania hacia EEUU. La pensión es regentada por una pareja muy agradable. A priori el sitio parece perfecto para pasar la única noche que me quedaré aquí por el momento. Y digo parece porque gracias a los mosquitos que me picaron 3 veces en 3 intentos de conciliación del sueño, estoy escribiendo esto a las 2 de la mañana con el zumbido de uno de ellos detrás de la oreja y un miedo enorme de volverme a quedar dormido. Pero no nos desviemos del tema.
La oferta gastronómica en Tirana es tan amplia como la gran cantidad de restaurantes que podemos encontrar, destacando la cocina italiana, griega o turca entre ellos, y a precios realmente interesantes. Es posible comer por solamente 4€ platos de excelente calidad. Yo me dejo guiar por el camarero del Stephen Centre y me estreno con una quesadilla mexicana que está de muerte.
Visita de rigor a la plaza Skanderbeg, el afamado héroe nacional. A su lado se encuentra la pequeña mezquita Et’hem Bey, una de las pocas que no fueron destruidas con la llegada del comunismo. Es posible acceder a ella. Actualmente se están iniciando las obras de la nueva mezquita de la ciudad, una gran edificación de 4 minaretes al más puro estilo Otomano. Es curioso poder observar no muy lejos de las obras una especie de puesto callejero de Radio María. Y es que la convivencia cordial entre religiones es algo que me fascina de este país, aunque me da la sensación de que, también en Albania, en la mayoría de los casos la religión ha quedado relegada a un mero aspecto de la tradición más que una cuestión de fe.
Siguiendo por una de sus anchas avenidas, legado arquitectónico del fascismo italiano, nos encontramos con La Pirámide, una mole de hormigón completamente abandonada, diseñada por la hija del líder comunista Enver Hoxha, y que sirvió como museo hasta la caída del régimen, cuando intentaron destruirlo. En la actualidad, pese a estar destrozado por dentro y por fuera, jóvenes artistas organizan exposiciones como la que está ahora, con proyectos de remodelación de la ciudad realizados por estudiantes de la facultad de arquitectura. Esta exposición está dentro del programa de la «Tirana Open», una semana cultural con diferentes modalidades artísticas. En un pequeño jardín justo detrás de La Pirámide, está teniendo lugar una especie de fiesta chill out donde me siento obligado a pararme a beber un par de cervecitas italianas y relajarme.
Muy cerca de allí se escuchan los cánticos que provienen del estadio Qemal Stafa. Una vez más, no lo puedo evitar y allá me voy. Se juegan la liga el Tirana y el Skenderbeu de Korçë, primer y segundo clasificado, y por unos 2€ me voy para junto la afición local donde me ponen un poco en situación. 0-0 y candidato al peor partido que he visto en mi vida, dejando al Perspolis de Teherán a nivel internacional. Al final del partido los jugadores del Skenderbeu celebran con la afición (Ujqërit e Dëborës [Lobos de la nieve]) un empate que los proclama virtualmente campeones de la competición.