Pop-folk, el reguetón de los Balcanes

Pocas músicas hay tan polémicas como el reguetón, considerado por muchos como un estilo menor y propio de una minoría con nivel cultural inferior. Incluso existen estudios de dudosa (si no nula) fiabilidad que afirman que las personas que lo escuchan poseen un coeficiente intelectual más bajo que el resto de la población.

Músicas desprestigiadas por supuestos intelectuales no sólo existen en el mundo latinoamericano. El caso de los Balcanes es igual de especial. El Turbo-Folk en Bosnia y Serbia, Chalga en Bulgaria, Tallava en Albania y Kosovo, Manele en Rumanía o Skiladiko o Laiko en Grecia se tratan de corrientes musicales con clara influencia de la música tradicional, pero también del rap, reguetón, música balcánica y oriental y, especialmente, de la música zíngara de la etnia gitana de Europa Central.

El denominado generalmente Pop-Folk goza de igual fama que la odiada música latina de beats repetitivos. Esto es debido principalmente a la frecuente utilización de letras con contenido vulgar, estilismos con marcado carácter sexual y vídeos que muestran una imagen degradante de la mujer.

Dicho odio hacia estos géneros musicales en ocasiones ha pasado de un simple desprecio a una dura y exagerada prohibición, como es el caso del Manele, cuya música ha sido hasta prohibida en ciertos ayuntamientos rumanos y que ha pasado de copar casi toda la programación musical en las radios comerciales del país a desaparecer completamente de ellas.

No seré yo el que defienda el contenido machista, sexual y de mal gusto de algunas canciones, pero tampoco se debe criminalizar a un público que encuentra tanto en el reguetón como en cualquiera de las modalidades de pop-folk una forma de divertirse, pero sobre todo de expresarse y mostrar la realidad que se vive en ciertas zonas. Quizá el problema no resida en la música, sino en la exclusión social de los barrios marginales de donde surge ésta. Porque a veces la calidad lírica es proporcional a la calidad de vida de sus autores.

Gala final del Festival de Gjirokastra

El último día del festival se celebra la entrega de premios en una gala con artistas invitados como Rona Nishliu, representante de Albania en Eurovisión 2012, y varios grupos y solistas famosos del país y la diáspora. Tengo la inmensa suerte de sentarme al lado de Lazi, un profesor de inglés que me regala una traducción simultánea de las más de 3 horas de duración de la gala. ¡Un auténtico lujazo! Su mujer, profesora de literatura, me ayuda a etiquetar mis fotos de trajes tradicionales según la región, lo cual no es una sencilla tarea ya que en Albania se registran unas 180 vestimentas tradicionales diferentes. Un grupo de 80 estudiantes de Gjirokastra adornan el fondo del escenario luciendo algunos de estos trajes. El escenario es una estructura metálica que lleva permanentemente montada en el castillo desde la edición de 2004. En 1969 el festival se traslada de Tirana a Gjirokastra para celebrarse a partir de ese año en esta ciudad, excepto una edición en la que el presidente de turno lo quiso llevar a Berat, su ciudad natal.

Los premios se entregan al mejor cantante, orquesta, rapsoda, interpretación musical, teatral, vestimenta, etc. Entre premio y premio tienen lugar las actuaciones musicales con temas conocidos por todos que corean las canciones. El premio final se lo lleva el distrito de Tirana pese a la decepción de los «gjirokastrenses» que también estaban nominados. A la conclusión de la gala, un espectáculo pirotécnico pone fin a 7 días de un festival realmente interesante y muy valioso para la conservación y divulgación cultural, emitido íntegramente por la televisión pública albanesa. Es sábado noche y eso se nota en las calles del casco histórico. La gente se aglomera en la zona del bazar amenizada por un DJ que pincha rap, reggae, dance, house o cualquier tipo de música indistintamente.

Festival de Gjirokastra

Mis días en Gjirokastra se terminan. Por la mañana me despido de los propietarios del B&B, que me hicieron sentir como en casa, y de David, un gentleman inglés a cuyo 67 cumpleaños fui invitado. Una de las personas más interesantes que jamás he conocido. Gjirokastra me ha dejado una sensación muy agradable. Me ha permitido descubrir una cultura muy rica e interesante y un pueblo, el albanés, que merece la pena conocer. ¡Volveremos a vernos Gjirokastra! Quizás en 2020, quién sabe.

Me quedan un par de días en Albania y muchas son las ciudades candidatas: Kruja, Berat, Shkodra, incluso barajo la opción de subir a Prizren en Kosovo o visitar a un luthier de Gostivar (Macedonia) que conocí en el festival. Finalmente, mi elección es Ksamil, un pequeño pueblo costero al sur de Saranda y en frente de la isla griega de Corfu. Un pequeño paraíso en la riviera albanesa.

Ksamil

Notas sobre Gjirokastra

Tres días en Gjiro y ya me encuentro a gente que me saluda como si me conociera de toda la vida. Esta ciudad tiene 35.000 habitantes y todo el mundo se conoce. Uno se siente como en casa cuando nota el calor de la gente que se acerca a ti para preguntar qué tal va todo y compartir unos minutos contigo. Uno de los niños que trabaja de voluntario en el festival me guarda cada día un ejemplar del periódico con información y la programación de la jornada, mientras una compañera suya me explica en un perfecto inglés qué lugares no me puedo perder del país. Otro chico me insiste en que me quede en su casa que no necesito pagar por un hotel, que esa de la hospitalidad albanesa. El dueño del puesto de cervezas y perritos le indica a una empleada con un gesto con la mano que estoy invitado. Varios chavales con los que fui a jugar a fútbol me ofrecen que los acompañe a lo alto del castillo desde donde las vistas son espectaculares. Por no hablar de la amistad que entablo con Alexander, que me invita a su casa a ver el partido Madrid-Juventus y su madre nos prepara una rica cena. Y un montón de gente que uno se va encontrando cada día y que te reafirman que el mundo está lleno de gente maravillosa.

Hablando con un chico de Berat, me llama la atención que me diga que él es 50% cristiano y 50% musulmán, y es que la religión no crea conflictos en un país que cuenta con 4 religiones mayoritarias: católicos, ortodoxos, musulmanes bektashi y suníes. Lo normal por aquí es ver matrimonios entre personas de diferentes religiones. Es curioso ver cómo en las terrazas de los bares la gente disfruta de una cerveza bien fresquita mientras al lado la mezquita entona la llama a la oración desde los altavoces del minarete. Un verdadero ejemplo de convivencia.

Durante todo el día, antes de las actuaciones en el castillo, tienen lugar diferentes actividades por todo el casco histórico. En la plaza «Fantazia» grupos de niños y no tan niños participan en un taller de baile tradicional y lo pasan en grande al mismo tiempo que mantienen vivo el legado cultural de sus antepasados. Y es que si de algo está orgulloso el pueblo albanés, es de eso mismo, de ser albaneses. Se aprecia entre su gente un sentimiento de unión entre las diferentes regiones y entre los albaneses en la diáspora en busca de la añorada Gran Albania.

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A partir de las 6 de la tarde los grupos participantes en el festival empiezan a llegar al castillo acicalados con la vestimenta tradicional de la zona que representan. Vestimentas muy diferentes entre sí al igual que la música que interpretan. En el norte del país, zona montañosa limítrofe con Kosovo y Montenegro, son más característicos los instrumentos de cuerda pulsada como el «çifteli», de cuerda frotada como el «lahutë», o gran variedad de flautas acompañados de los característicos «lodra», tambores tocados por ambos lados emitiendo a la vez sonidos graves y agudos. Las canciones narran relatos épicos de héroes locales que lucharon contra los diferentes invasores, un estilo más típico de los rapsodas. Al igual que su música, los norteños tienen fama de poseer carácter más seco y rudo que en las zonas del sur más próximas a Grecia. La música sureña también es más suave y melódica donde abundan clarinetes. La mezcla de razas y culturas ha dejado huella tanto en la música y tradición de Albania, como en los rasgos físicos de su población con rostros tan diferentes.

Festival de Gjirokastra

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Freestyle day in Gjirokastra

Como viene siendo habitual en mis viajes, me tomo algún día libre para hacer lo que más me gusta, que es andar sin rumbo y perderme por la ciudad. Así que me alejo del casco antiguo rumbo a la «nueva» Gjirokastra donde el atractivo turístico es casi nulo. Sin embargo, la plena inmersión cultural en cualquier país que se precie pasa por visitar esas zonas, esos locales y establecer contacto con esa gente que vive alejada del turismo. Aunque se pueda pensar lo contrario, Albania es un país muy seguro y pasear por sus calles a cualquier hora del día no presenta ningún peligro. En uno de esos paseos llego a una zona residencial y hago una parada en un bareto donde curiosamente tomo el mejor café hasta el momento. Huelga decir que por estas tierras se puede degustar un excelente café, bien solo, macchiato, o el famoso café turco. El precio, entre 50 y 70 leks (0,35€ y 0,50€), siempre acompañado de un vaso de agua con hielo sin coste adicional. Así es que uno siempre se encuentra gente en las terrazas desde las 7 de la mañana, y es que por estas latitudes, a las 5 y poco de la mañana ya luce un sol radiante. En el bar entablo conversación con unos chavales del barrio y no sé exactamente cómo, pero acabo quedando para jugar un partido de fútbol con ellos al día siguiente.

El paro es uno de los mayores problemas de este país y mucha gente opta por vías de financiación fuera del marco legal. Audis, BMWs y Mercedes abundan en las calles de Gjirokastra gracias al negocio del narcotráfico en la mayoría de los casos. Por aquí cuentan que en Lazarat, un pueblo de 3.000 habitantes justo detrás de Gjirokastra, hubo un tiempo en el que fue la capital del cannabis en Albania produciendo 900 toneladas anualmente hasta que el año pasado 800 policías irrumpieron en el pueblo en una redada que acabó con el motor económico de una de las regiones más pobres de Europa.

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Festival de Gjirokastra

Gjirokastra y su festival de folclore nacional

Gjirokastra, y más concretamente su festival de folclore nacional, es el objetivo principal de mi viaje a Albania. Situada a sur del país, muy próxima a la frontera griega, se encuentra la antigua ciudad otomana descrita por Ismail Kadaré en su obra «Crónicas de piedra». Gjirokastra está situada a 230 km de Tirana y el trayecto en autobús dura entre 4 y 7 horas, dependiendo de las condiciones climatológicas y del estado de la carretera, al tratarse Albania de un país muy montañoso.

Festival de Gjirokastra

A mi llegada, unos chavales se ofrecen a acompañarme en busca de mi hotel a donde llego exhausto tras la «dura» ascensión cargado con la mochila. La ciudad vieja se sitúa colina arriba, y en su parte más alta se encuentra el castillo Kalaja e Arjirose, en donde a última hora del día se celebran las actuaciones musicales. Más abajo, a lo largo de las calles empedradas se  levantan las características casas tradicionales, con posibilidad de visitar alguna de ellas hoy en día convertidas en museo. Pequeñas tiendas y puestos de artesanía y productos gastronómicos llenan de color a esta ciudad de tonos blancos y grises.

Gjirokastra

Gjirokastra

La temperatura, agradable en esta época del año, se me antoja insoportable en el periodo estival en este valle custodiado por altas montañas que superan los 2000 m de altura. El ambiente es de fiesta total, y es que 5 años (6 en esta ocasión) es una larga espera entre edición y edición. El festival dura 7 días pero es el día de su inauguración cuando la afluencia de público es máxima. Es domingo y en las estrechas calles se acumulan grupos de turistas locales y extranjeros por igual.

Festival de Gjirokastra

A media tarde me siento en una terraza a tomar una Korça fresquita, cerveza albanesa que por aquí sirven en botella de medio litro. En cosa de minutos el día pasa de estar soleado a ponerse a tronar y diluviar poco antes del inicio del festival. Los cambios bruscos del tiempo deben de ser algo muy habitual en esta zona. En el local de enfrente se empieza a notar cierto movimiento y nerviosismo. Aparecen de repente varios guardaespaldas escoltando a un tipo alto acompañado de un séquito de cámaras y periodistas. Se trata del primer ministro Edi Rama que viene a inaugurar el festival. A la media hora deja de llover y todo vuelve a la normalidad. La gente empieza a subir al castillo desde donde las vistas de la ciudad entre las vastas montañas son realmente impresionantes. El resto, música tradicional y representaciones teatralizadas en un escenario de auténtico lujo.

Gjirokastra

Festival de Gjirokastra

Tirana

Una Tirana alternativa

La primera vez que escuché el nombre de la capital albanesa creo que fue en boca de mi profesor de sociales, que cuando veía que no éramos capaces de recordarla, nos daba una pista esclarecedora: como yo, pero en femenino. Llego a Tirana 35h después de haber salido de mi ciudad natal. La cancelación del vuelo Madrid-Roma debido a un incendio en Fiumicino, me obliga a cambiar de planes y volar con Turkish vía Estambul. Nunca está de más poderse deleitar con la buena cocina de la compañía turca, una de las mejores en lo que a gastronomía aérea se refiere.

Al salir del aeropuerto, evito los taxis que educadamente invitan a llevarnos hasta la ciudad, situada a 25km de éste. Un poco más adelante se encuentran autobuses que por un par de euros realizan el recorrido. El cambio actual de la moneda local es de 1€=140 Lek. Cabe destacar la estatua de la Madre Teresa a la salida del aeropuerto del mismo nombre. Ya en la capital, la temperatura es muy agradable incluso a estas horas de la mañana. Son las 9:00 de un sábado primaveral y ya se empieza a ver bastante movimiento por las calles y las terrazas de las cafeterías, donde aprovecho para hacer lo propio antes de ir en busca de un alojamiento en donde dormir una siesta matutina. La elegida es la pensión Andrea, en un callejón sin salida muy cerca del centro, desviándose de la calle George W. Bush. Lo que oís, pero ya hablaremos más tarde de este amor de Albania hacia EEUU. La pensión es regentada por una pareja muy agradable. A priori el sitio parece perfecto para pasar la única noche que me quedaré aquí por el momento. Y digo parece porque gracias a los mosquitos que me picaron 3 veces en 3 intentos de conciliación del sueño, estoy escribiendo esto a las 2 de la mañana con el zumbido de uno de ellos detrás de la oreja y un miedo enorme de volverme a quedar dormido. Pero no nos desviemos del tema.

La oferta gastronómica en Tirana es tan amplia como la gran cantidad de restaurantes que podemos encontrar, destacando la cocina italiana, griega o turca entre ellos, y a precios realmente interesantes. Es posible comer por solamente 4€ platos de excelente calidad. Yo me dejo guiar por el camarero del Stephen Centre y me estreno con una quesadilla mexicana que está de muerte.

Visita de rigor a la plaza Skanderbeg, el afamado héroe nacional. A su lado se encuentra la pequeña mezquita Et’hem Bey, una de las pocas que no fueron destruidas con la llegada del comunismo. Es posible acceder a ella. Actualmente se están iniciando las obras de la nueva mezquita de la ciudad, una gran edificación de 4 minaretes al más puro estilo Otomano. Es curioso poder observar no muy lejos de las obras una especie de puesto callejero de Radio María. Y es que la convivencia cordial entre religiones es algo que me fascina de este país, aunque me da la sensación de que, también en Albania, en la mayoría de los casos la religión ha quedado relegada a un mero aspecto de la tradición más que una cuestión de fe.
Tirana
Skanderbeg
Mezquita Et'hem Bey
Siguiendo por una de sus anchas avenidas, legado arquitectónico del fascismo italiano, nos encontramos con La Pirámide, una mole de hormigón completamente abandonada, diseñada por la hija del líder comunista Enver Hoxha, y que sirvió como museo hasta la caída del régimen, cuando intentaron destruirlo. En la actualidad, pese a estar destrozado por dentro y por fuera, jóvenes artistas organizan exposiciones como la que está ahora, con proyectos de remodelación de la ciudad realizados por estudiantes de la facultad de arquitectura. Esta exposición está dentro del programa de la «Tirana Open», una semana cultural con diferentes modalidades artísticas. En un pequeño jardín justo detrás de La Pirámide, está teniendo lugar una especie de fiesta chill out donde me siento obligado a pararme a beber un par de cervecitas italianas y relajarme.
La Pirámide
Exposición en La Pirámide
Alrededores de La Pirámide
Muy cerca de allí se escuchan los cánticos que provienen del estadio Qemal Stafa. Una vez más, no lo puedo evitar y allá me voy. Se juegan la liga el Tirana y el Skenderbeu de Korçë, primer y segundo clasificado, y por unos 2€ me voy para junto la afición local donde me ponen un poco en situación. 0-0 y candidato al peor partido que he visto en mi vida, dejando al Perspolis de Teherán a nivel internacional. Al final del partido los jugadores del Skenderbeu celebran con la afición (Ujqërit e Dëborës [Lobos de la nieve]) un empate que los proclama virtualmente campeones de la competición.
Estadio Qemal Stafa

Destino: Shqiperia (a.k.a. Albania)

albaniaAunque en los últimos años el número de turistas internacionales en Albania ha ido creciendo hasta duplicarse, éste sigue siendo uno de los países más desconocidos del continente europeo. Con una historia agitada, tras la caída del Imperio Bizantino llegaron casi 500 años de ocupación otomana hasta su independencia en 1912, época muy influyente en la cultura albanesa. Más tarde llegaría la invasión de la Italia fascista para continuar con 40 años de comunismo liderado por Enver Hoxha, que aislaron al país del resto de occidente conservando así la rica cultura popular que hoy día sigue presente en la vida albanesa.

Desde Madrid podemos encontrar vuelos desde 250€ (i/v), con escala en Roma, por lo que es una visita muy recomendable para presupuestos ajustados. La oferta turística es amplia. Es posible disfrutar tanto de las playas del Adriático, como de la montaña y los valles escondidos en la frontera con Kosovo y Montenegro, o incluso de la oferta cultural que ofrece la capital, Tirana. En mi caso, aprovecharé para asistir al Festival Nacional de Folklore de Gjirokastra, que se celebra cada 4-5 años en esta pequeña localidad al sur de Albania, cuyo casco antiguo ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad, además de lugar de nacimiento de personajes tan importantes como el propio Enver Hoxha o el escritor y Premio Príncipe de Asturias Ismail Kadare.

Seis días de festival que servirán para conocer en profundidad esta cultura tan fascinante, además de su música tradicional. Todo esto unido a alguna visitilla a otras ciudades como Berat, Krujë o incluso la kosovar Prizren, pueden hacer de éste un viaje más que interesante (vale, y un poco friki, lo asumo ;)).

Una noche «loca» en Sidi Chamharouch

Pongámonos en situación. Viaje espontáneo a Marruecos tras el intento fallido de llegar a Tayikistán. Ninguna documentación previa e itinerario improvisado cada día. Como la cabra tira al monte, y a pesar de saber que se trata de una zona bastante transitada por turistas, decido ir desde Marrakech a Imlil, un pueblo a los pies del Alto Atlas que sirve como base a todo aquel que vaya a ascender al Toubkal, el pico más alto del norte de África con 4167 metros de altitud. Desde Imlil (1740 m) llego Aroumd (1840 m) tras 1h de trayecto a pie y hago noche en un albergue de este pintoresco pueblo de montaña. El albergue es de un guía de montaña llamado Omar, de unos 50 años, que me cuenta tristemente que el guía francés secuestrado y decapitado recientemente por integrantes del Estado Islámico en Argelia había sido profesor suyo durante 4 meses.

Vista de Aroumd

Vista de Aroumd

Al día siguiente, y de nuevo tras una ascensión de 1 hora por un camino empedrado y solamente accesible a pie o en burro, llego a Sidi Chamharouch, el último pueblo de camino al Toubkal. En todo momento se puede ver la cima todavía nevada de este coloso y en cuya ascensión se requieren crampones incluso en esta época. El pueblo es atravesado por el río Reraya que nace poco más arriba y es un gusto poder beber directamente de él un agua tan fresca. En Chamharouch hay un par de puestos para que los montañeros puedan refrescarse y varias construcciones de planta baja a las que no llegaría a llamarlas casas, y sin olvidarse de la mini mezquita y una enorme roca blanca al lado con una bandera en lo alto.  El escenario no podía ser mejor por lo que decido quedarme a dormir allí. Me alquilan un habitáculo con unos colchones y unas mantas, cuya puerta de madera se cierra con candado.

Sidi Chamharouch

Vista de Sidi Chamharouch

Bereber Sidi Chamharouch

Sidi Chamharouch

A partir de las 6 de la tarde las pequeñas tiendas cierran y sus dueños descienden hasta sus casas en Aroumd o Imlil, por lo que allí sólo quedamos no más de 10 personas. Es entonces cuando entablo conversación con una chica que acompaña a su madre y me cuenta que allí no vive nadie, que algunos de los que están allí están obligados a permanecer durante un tiempo para arreglar sus problemas con los espíritus. Ahí ya me empiezo a inquietar un poco. Me sigue contando que se trata del santuario del morabito Sidi Chamharouch, donde se practica una especie de chamanismo, una práctica prohibida en el Islam, pero en la que muchas personas creen y tienen la esperanza de que cure sus problemas, llamémosles espirituales.

Sidi Chamharouch

Sidi Chamharouch

A las 8 de la tarde se hace completamente de noche y en el pueblo no hay luz, sólo un par de paneles solares en algún tejado, incluida mi habitación, las pocas que disponen de una bombilla. La gente se recoge en sus pequeños habitáculos para rezar, o sabe Dios qué, a la luz de las velas. Yo me voy a mi habitación todavía en estado de shock. De haberlo sabido, quizás no me hubiera quedado en un pueblo de tal calibre a 2350 metros de altitud, sin cobertura en el móvil y a 1 hora a pie del pueblo más cercano. Me acuesto en uno de los colchones, me tapo hasta arriba y la cabeza empieza a funcionar con vida propia. El fuerte sonido del río se mezcla con maullidos de gatos y otros sonidos de desconocida procedencia, y es cuando me acuerdo de todas las películas de terror que nunca debí haber visto. Paso la noche en vela.

A las 7 de la mañana me levanto, me lavo un poco en el agua casi helada del Reraya y me río de lo absurdo de la situación. Desciendo directamente hasta Imlil para poner rumbo de vuelta a Marrakech con una de las experiencias más extravagantes que jamás he vivido.

Sidi Chamharouch