Difícil explicar la situación vivida en el aeropuerto de Moscú. El vuelo desde Madrid llegó a las 6:00 del jueves y el control de pasaportes iba a deparar algo inesperado, al menos para mí, ya que se requería visado de tránsito para el trayecto que tenía previsto realizar: Madrid-Moscú, Moscú-Samara, Samara-Dushanbe. Ya en otros viajes había hecho escala en la capital rusa sin necesidad de visado alguno. Lo que no sabía era que al hacer dos escalas en el mismo país, dicho visado es requerido al tratarse de un vuelo nacional.
Me cuentan la situación y me pongo a buscar una posible solución antes de las 18:00 del mismo día, hora del vuelo en el que tienen pensado deportarme. La solución más sencilla es comprar un vuelo directo desde Moscú a la capital tayica, ya que la tramitación de un visado exprés se presenta imposible. Son las 5 de la mañana en España, así que busco cobertura y llamo a mi amigo más madrugador para que me ayude a buscar el vuelo. 10 minutos más tarde me acompaña la policía aeroportuaria a una sala donde me obligan a meterme sin opción alguna. Les intento explicar lo que pretendo hacer pero allí nadie habla inglés y la deportación ya no tiene vuelta atrás.
Encerrado bajo llave en una sala, más bien un pasillo en forma de L de 2m de ancho, junto con una veintena de personas, intento ponerme en contacto con el Consulado de España en Moscú pero sin éxito. Incluso no consigo respuesta en el teléfono de emergencias consulares, que supuestamente dispone de servicio 24h. Así que me voy haciendo a la idea de que mi viaje se acaba aquí.
En la sala sólo hay sillas de pástico con cartones encima para hacer más cómoda la espera, una mesa con un bidón de agua y un baño. La mayoría de la gente es, curiosamente, de Tayikistán, retenidos por alguna irregularidad en el visado, a los cuales tampoco dan opcion de buscar una solución. Ser ciudadano de Asia Central o de alguno de los estados postsoviéticos significa ser persona non grata en Rusia. El único que habla algo de inglés es un chico de Moldavia llamado Samir, que me explica la situación de alguno de los que están allí esperando a ser deportados. Dos chicos de 20 años de Sri Lanka que tenían intención de quedarse en Rusia con visado turista, llevan 3 días allí metidos sin hablar ni ruso ni inglés. En la sala van entrando unos y marchando otros. Otro chico tayico de 19 años que habla algo de inglés me cuenta que estudia y trabaja en Moscú, pero que ahora lo mandarán de vuelta a Dushanbe sin poder volver a Rusia hasta 2017. Un tayico de 51 años, su mujer y su hija, una señora kirguí de unos 60 años o un azerbaiyano son algunos de los que comparten sus historias en la sala y un trozo de «non», el típico y delicioso pan de Asia Central.
Tras 10 horas de espera entre bromas y risas con esta maravillosa gente, nos traen unas bandejas con algo de comida tipo avión y recibo una llamada del Consulado. Le explico la situación y me dice que no hay nada que hacer. En 2 horas estaré cogiendo un avión de vuelta a Madrid. Yo me pregunto qué sentido tiene un consulado casi en cada país del mundo si no son capaces de solucionar algo tan sencillo como un visado de tránsito para alguien que no va a salir del aeropuerto.
En la sala todo sigue igual. La gente llamando a la puerta desde dentro para preguntar por su situación, pero las autoridades rusas sólo hablan desde el otro lado sin abrir la puerta en ningún momento. El desprecio que se siente hacia esta gente es máximo, tratándolos como delincuentes.
Finalmente, tras 12 horas allí encerrado, me llaman para abandonar el lugar. Me despido de mis colegas y les deseo mucha suerte con las pocas palabas en tayico que conozco. Me acompañan a una oficina, me devuelven el pasaporte junto con una multa de 3000 rublos (60€) que debo pagar la próxima vez que entre en el país, me acompañan a la puerta de embarque y me meten en el avión sin quitarme el ojo de encima, como si no fuera el que más deseaba escapar de allí cuanto antes. De nuevo en Madrid, reclamo mi equipaje facturado que quedó retenido en Moscú y cojo un bus de vuelta a Lugo.
Fin del viaje y de la ilusión de conocer ese increíble país. Espero poder volver a intentarlo el año que viene.